Visiones Históricas

Eje Histórico

Desde San Lorenzo hasta la Puente Castellana, la vega del río Eresma fue un gran lugar de encuentro para los segovianos. Barrios populosos que se extendían junto a iglesias como San Marcos o la desaparecida de Santiago, conventos, molinos y batanes que hacían girar sus ingenios con la fuerza del agua y, también, extensas huertas que aprovechaban la fertilidad de la vega.

El equilibrio entre todos estos elementos parece armónico, a tenor de lo que observamos en el dibujo inferior, firmado por Alonso Vélez en el año 1543. El aprovechamiento inmediato del cauce del río pertenecía a los molinos; el espacio contiguo, a la huerta, delimitada en este caso por una tapia en la que el autor añadió “paret de una guerta”.

En los siglos de la Edad Moderna, los segovianos abandonaron paulatinamente los barrios del río para habitar entornos como el de Santa Eulalia. La gran ciudad de los paños ofrecía el trabajo que sus gentes necesitaban en aquellos lugares. Fue así despareciendo el bullicio en colaciones como Santiago. Pero no conllevaría un abandono del río. En lugar de ello, molinos y huertas parecen multiplicar su presencia. 

En el dibujo inferior, parte del famoso trabajo de Van Vyngaerde, se puede observar esta realidad: huertas y más huertas en la vega, rodeando iglesias y el disperso caserío. Desde los cortados que anuncian el comienzo del cerro amurallado, hasta el margen del río. Y, superado este, hasta los roquedos que delimitan el margen derecho.

Los hortelanos segovianos formaban gremio, como toda profesión de la época. La ciudad, por su parte, regulaba el comercio de sus productos. Las ordenanzas de 1555 servían de normativa y orientación. Así, citaban las plazas de San Miguel, del Azoguejo y de Santa Olalla (etc.) como los lugares acostumbrados de venta. También indican cómo había de presentarse el producto: debían los hortelanos hacer manadas de diferentes precios, blanca, maravedí o dos maravedíes, que no de mayor cuantía.

No mencionan las ordenanzas gran cantidad de productos, pero sirven para ejemplificar una producción variada y que, además, nos remite a los gustos de otras épocas. Cebollas, cebolletas, cohombros, pepinos, verdolagas, perejil… y “otras cualquier” verduras y hortalizas. Y es que, no era suficiente con preparar la tierra, sembrar, evitar malas hierbas y animales, e incluso recolectar. También había que subir a los mercados y vender todo el producto en buen estado pues la ciudad velaba por la calidad del producto.